viernes, noviembre 11, 2005


- Te propongo un juego…

- Cuál?, respondí entre aturdida y asustada

- Juguemos en el laberinto, aquel que salga primero, podrá pedirle al otro lo que quiera.

- Muy bien¡, respondí entre asustada, aturdida y ansiosa

- En sus marcas, listos, uno, dos, tres, YA¡¡¡¡¡

- Ya????, pregunté. Y a partir de ése momento lo que cuento es sólo lo que imaginé.

Yo creo que él tomó el camino de la derecha, tendrá algo que ver esto con los derechos?, dio tres giros en contra de las manecillas del reloj y siguió por el camino que estaba lleno de florecitas de colores rojos, naranja y amarillos.

Yo tomé el camino de la izquierda, aún no encuentro la relación, no di ningún giro porque salté en un pie pensando que así podría verlo y seguirle el paso. Cinco minutos después recordé que si ganaba podía pedir lo que yo quisiera… Un regalo?¡. Y entonces empecé a caminar por el camino de los colores violeta, púrpura y amapola, sí amapola es un color¡

Su voz preguntando: - estás bien? -, me alertó de su lejanía. No me podía ganar¡, seguí caminando.

Él al parecer se encontró con unas campanitas mágicas que lo envolvieron con un polvillo amarillo y como Peter Pan, comenzó a volar. Claro, se cayó pronto porque las campanitas eran par mí. Él nunca quiso aprenderlas a usar, (ves, te lo dije)

Yo me encontré con 724 mariposas que me hicieron cosquillas en los ojos logrando hacerme lagrimear y luego de eso, descubrí el camino de la derecha (el de los derechos?)

Él estaba más lejos de mí. Recogió unas granadillas, sí las de los elefantes, y se durmió.

Yo lo vi, al lado de unas ovejas que saltaban hacia el corral. Aproveché tan buen momento y le tomé ventaja. No intenté correr, ni saltar, ni tan siquiera intentaba respirar…

Caminé y caminé por pensé: - mmmmmm ya sé lo que me quiere pedir… está bien, se lo voy a dar.

Me subí a un árbol, aún no sé como lo logré, y pacientemente le esperé hasta que él se despertó, caminó y yo le di ventaja.

Él se siguió encontrando con más cosas bonitas y nuevas, se veía su carita de felicidad, y ante eso uno qué hace?, pues lo deja seguir¡

Yo me caí del árbol, vé qué tan raro¡¡¡, me lastimé sólo un dedito y seguí caminando por el camino que él ya había recorrido.

Finalmente, porque todo debe tener su final, él ganó.

Cuando llegué a la salida del laberinto, él ya no estaba, ya me había pedido lo que quería y aunque se lo había concedido con un apacible dolor, yo no me sentía del todo mal. Él se quería ir y yo debía dejarlo hacerlo.

Una pregunta más: - será que él no llegó primero y la que podía pedir el deseo era yo?

- Claro que no¡¡¡¡¡, me dio él luego de leer éste cuento.

1 comentario:

María Paula Muñoz dijo...

Que bonito, y tu lo has dicho que mas puede uno hacer?
Te quiero con toda el alma.