lunes, octubre 08, 2007



Atlantia, cansada de buscar al mago, dio marcha atrás por el camino recorrido,
recogió, con precaución, todo el polvo de estrella que había dejado como pistas para el mago, barrió los pocos pasos que dio en la tierra,
tomó de la mano a una tortuga que encontró cargando un caparazón de armadillo,
voló tan alto, tan alto, y dejó caer su bolsita llena de lágrimas... en ese momento, alguien menciónó su nombre.

Atlantia, que siempre tiene voces en su cabeza, pensó que nuevamente estaban jugando con ella; pero no, esta vez no.

Bajó y se encontró con los ojos del mago.
El mago, ya no tenía color,
su capita azul estaba descolorida,
sus gafitas, algo estropeadas,
y lo peor, sus manos, como su magia, ya no funcionaban; pero no funcionaban sólo con Atlantia.

Detrás del mago, la tortuga logró ver un armadillo,
tuvo tanto miedo que Atlantia la tuvo que invisibilizar.

El mago preguntó a Atlantia dónde había estado todo este tiempo, nunca se dio cuenta que lo había estado buscando, esperando,
trató de hacer hechizos de la verdad que se quiere oir, de la admiración;
pero no logró nada. Atlantia dijo su verdad y el mago se rió.

Luego de una horas, tal vez, al mago le apareció una aprendiz.
Era hermosa, tenía luz alrededor de su manos y sus pies eran tan delicados como las alitas de Atlantia.

Ella, Atlantia, la admiró y le sonrió, se dió cuenta que el mago ya tenía quien lo cuidara
y se sintió tranquila. Esa era la única forma para que Atlantia pudiera ir a buscar alguien que la quisiera cuidar, no morir por separse del mago.

Cuando se estaba despidiendo, el mago trató de engañarla,
le hizo sonrisas y caricias muy poco mágicas;
pero Atlantia, que sabía cómo era el mago,
tomó sus manos, les dio un beso y le pidió que le devolviera su corazón.

El mago quizo soltar una lagrimita; pero no era su constumbre,
entonces simplemente la miró y se fue con su aprendiz.

Mientras tanto, la tortuga aprovechó la confusión y recuperó su caparazón abrazando y bensado al armadillo, de qué otra forma lo habría logrado. Ella sí se fue con el armadillo y hasta hoy toman café los dos.

Atlantia, esparció polvo de estrellas sobre el mago y la aprendiz, le devolvió el color a la capita del mago, restauró sus gafitas, sanó sus manos e iluminó sus ojos.

Cuando dió la vuelta... se tropezó con alguien, que hasta el momento, yo no conozco; pero muchos dicen que se les ve jugando con los relámpagos y descansando en los humedales.
Yo creo que Atlantia a pesar de no recuperar su corazón, lo pudo crear de nuevo, porque muchos otros ahora ven sus ojitos brillar como el sol.