Siempre existe y existirá un motivo para celebrar. Para muchos, celebración en sinónimo de alegría, para otros es sinónimo de euforia y profundo dolor.
Los preparativos son mundanos y aquí radica el incentivo, convertido por supuesto en atractivo, para salir y mezclarse con otros olores de humanidad.
El recorrido siempre es largo, la ansiedad de querer encontrar lo que se ha perdido o lo desconocido, termina acelerando las palpitaciones y dilatando las pupilas.
La introducción siempre es un accidente. De la nada es una persona y al instante ya son más de tres.
Con las pupilas ya dilatadas y las piernas con voluntad propia, el color de un ambiente lleno de pasiones hace perder los espíritus y juntar corazones que nunca serán menos pobres que el mío.
El dolor vago que se siente momentos antes de la euforia, pasa al pecho y se convierte en un guía autista que mutila el derecho de poder - me reconocer.
En búsqueda de la cura, el cuerpo siempre se dirige hacia el centro, a lo que considera multitud, a un centro triangular, protegido por otros. Aquí el dolor se hace más fuerte, se sitúa en el cuello y los hombros, obliga a cerrar los ojos, mover la cabeza de un lado hacia otro, buscar otras manos y otros brazos para así no conformarse con mirar el entorno y conseguir un calmante temporal.
El triángulo es impenetrable; pero cuando la voluntad lo permite y el primer episodio ha terminado, aquel a quien se acaba de conocer recibirá camaradería; un amigo, cariño; el desconocido, indiferencia y para aquel a quien le queda fácil acceder y tiene toda la atención, siempre estará placenteramente invitado a vivir una y muchas fiestas con dolor.
domingo, noviembre 18, 2007
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3 comentarios:
tus pupilas siempre estaran dilatadas porque tus ojos siempre quieren ver mucho mas.
siempre te buscare en el centro de lo que sea.
Desparchado en navidad?
Sí. PUedo caer en paracaidas
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