Esta tarde me encontré con Sofía. Estaba sentada en un banquito gris, puesto justo en la mitad de dos bongas. No me habría dado cuenta de su presencia, si las bongas no hubieran llamado mi atención.
Sofía estaba sentada de forma particular, siempre se sienta con los pies en la tierra, o simula que lo hace. Ésta vez tenía sus dos piernas sobre el banquito y sus brazos abrazaban sus rodillas y se balanceaba como un péndulo. Tenía puestos unos jeans de florecitas y una camisita negra, larga, con un lacito del mismo color más abajo de la cintura. Mis amigos pensaron que se veía sexy (su posición vulnerable, creo que la hizo sexy ante los ojos de mis amigos).
Fui a saludarla y cuando me acerqué a hacerlo, vi dos canas en su pelo, 28 pecas más y tres cicatrices en los brazos y dos en el cuello que le había hecho su gato. Le avisé de sus canas reiéndo y ella respondió saludando y diciendo que las dos canas le habían salido durante los últimos seis años; pero que se habían escondido hasta hoy. Una, significaba el inicio y otra, por supuesto, el final, que para ella, hasta ese día se había dado cuenta que había sido el mejor final.
Sofía pasaba por una de sus crisis, yo nunca había visto una tan depresiva y nunca le había tocado padecerla en la calle, expuesta, sóla; pero con curiosos a su alrededor.
Decidí quedarme con ella y esperar a que apareciera ese polo eufórico que le viene después de la depresión. Despedí a mis amigos, quienes saludaron, se presentaron, se despidieron y uno de ellos, es secreto, me dijo que quería salir con ella.
A Sofía nunca le había preocupado su edad, nunca le había preocupado la vejez. Evitaba pensar en su muerte o en la de las personas que amaba, evitaba pensar en la vejez, en la invalidez, en la incapacidad. Lo que sí hacía Sofía era esperar todo un año el día de su cumpleaños, inventar fiestas temáticas, esto en los últimos ocho meses, para celebrar felices no cumpleaños. También se burlaba de aquellos que pasaban los umbrales de la edad y comenzaban procesos de rejuvenecimiento o se quitaban años. Finalmente, a pesar de no pensar en la muerte, cualquier dolor de cabeza, bolita detrás de la oreja, zumbido en el oído, tos o dolor en el pecho, lo relacionaba con tumores cerebrales, quistes, tinnitus, tuberculosis o cáncer.
Yo, ya llevaba 15 minutos hablando sóla, mientras Sofía, mirándome, no me oía. Hablé de su cumpleaños y del mío, a los que había asistido y a los que no, de los novios pasados y los que volvieron, de la felicidad de no tener que ser fiel a nadie, no tener compromiso, no generar lazos, de los paseos a Koralia, el Sisga, los conciertos de La Oreja, Kinky, La 33, Bajo Fondo y los próximos planes. Pero Sofía sólo me miraba, no decía nada y Sofía siempre tiene algo que decir o cantar o silbar (éso lo aprendió cuando vivió sola).
Cuando no tenía nada más que decir. Sofía se puso de pie, sus piernas se habían dormido y me dijo "no quiero morirme sola". Cómo, qué había oído, Sofía estaba pensando en la muerte y en que no quería estar sola?. Sofía siempre había pensado que iba a vivir hasta los 35 años y ahora le preocupaban los 55?
Sí, Sofía había ido a cine sola. Delante de ella dos mujeres y un hombre. Uno de 56 años, aproximadamente y las otras dos de 60 cada una. Los había oído hablar y sólo con eso comenzó a pensar quiénes serían, a esa edad, sus compañeros. Quién sería la mujer del medio y quién sería su amigo del extremo. Pensó y no encontró a nadie, Sofía crea lazos fuertes, convoca; pero también cierra círculos y los bota. Sofía no hace verdaderos amigos fácil, al principio pasa por prepotente. Yo puede decirle que estaría allí; pero no habría sido verdad, creo.
45 minutos pasaron y Sofía ya estaba otra vez felíz. Mañana sale hacia Praga, hizo una cita con su amigo en Don Pedro, él la va a llevar donde un anciano, esto es paradójico, que según él, es el último alquimista... Quisiera saber qué puede hacer por Sofía?
La tarde terminó con Sofía tratando de tomar una buena foto del arcoiris.