domingo, noviembre 18, 2007

EXORCISMO

Siempre existe y existirá un motivo para celebrar. Para muchos, celebración en sinónimo de alegría, para otros es sinónimo de euforia y profundo dolor.

Los preparativos son mundanos y aquí radica el incentivo, convertido por supuesto en atractivo, para salir y mezclarse con otros olores de humanidad.

El recorrido siempre es largo, la ansiedad de querer encontrar lo que se ha perdido o lo desconocido, termina acelerando las palpitaciones y dilatando las pupilas.

La introducción siempre es un accidente. De la nada es una persona y al instante ya son más de tres.

Con las pupilas ya dilatadas y las piernas con voluntad propia, el color de un ambiente lleno de pasiones hace perder los espíritus y juntar corazones que nunca serán menos pobres que el mío.

El dolor vago que se siente momentos antes de la euforia, pasa al pecho y se convierte en un guía autista que mutila el derecho de poder - me reconocer.

En búsqueda de la cura, el cuerpo siempre se dirige hacia el centro, a lo que considera multitud, a un centro triangular, protegido por otros. Aquí el dolor se hace más fuerte, se sitúa en el cuello y los hombros, obliga a cerrar los ojos, mover la cabeza de un lado hacia otro, buscar otras manos y otros brazos para así no conformarse con mirar el entorno y conseguir un calmante temporal.

El triángulo es impenetrable; pero cuando la voluntad lo permite y el primer episodio ha terminado, aquel a quien se acaba de conocer recibirá camaradería; un amigo, cariño; el desconocido, indiferencia y para aquel a quien le queda fácil acceder y tiene toda la atención, siempre estará placenteramente invitado a vivir una y muchas fiestas con dolor.