viernes, marzo 23, 2007

TE VOY A ESCRIBIR LA HISTORIA MÁS BONITA DEL MUNDO


El día que nació Juan se creó el cuerpo de la Guardia Civil por Real Decreto de Isabel II. También Marconi estableció la comunicación radiotelegráfica entre las dos orillas del Canal de la Mancha. El Parlamento alemán confirió poderes dictatoriales a Hitler. Y la Universidad Complutense de Madrid cerró los institutos de estudios internacionales creados por Gustavo Villapalos. Ese mismo día nacieron Aristid Brian, Rudolf Serkin, Mario Vargas Llosa y murieron Pertinax, Músorgski y Virgina Wolf. El día que nació Juan yo sabía que sería un buen mago.

La vida de Juan en la escuela de magia siempre fue bonita. Él siempre supo ganarse a sus maestros y siempre tuvo amigos. Su primer día llegó con los ojitos más grandes que de costumbre y con lucesitas verdes y amarillas reflejadas en sus anteojos. Su nariz, pequeña y redonda, era rojita sin estar padeciendo gripa. Y sus manos, sus manos eran realmente mágicas, le decían quién eras, qué era, a dónde irías, con quién irías sólo con ponerlas sobre ti. Con sus manos podía ver el alma y de paso, para los que lo necesitaran, sanar el corazón. Su corazón?, su corazón era como el de cualquier otro, se arrugaba cuando estaba triste y latía más rápido cuando estaba feliz.

Al pasar la puerta de la escuela lo recibió su maestra, le puso una capa blanca, una tiara y se fue. Juan quedó a la espera, le hacía falta una varita, con el tiempo entendió que la varita no era necesaria para los hechiceros.

Su primera noche la pasó en vela, pensando y preocupado por su origen, Juan siempre pensaba y se preocupaba. Tendré algún parentesco con Merlín? Por su puesto que lo tenía, no por haber sido engendrado por Asmodeo; sino porque con el tiempo se convirtió en uno de los magos más poderosos de la historia (contando, para mí, a Gustavo Lorgia). Esa primera noche y para toda su vida lo acompañó un fatum - dríade, tal vez producto de su imaginación o tal vez, tenía unas alas azules, grandes para volar, para ser libre; pero a pesar de sus alas, nunca quiso volar lejos de él. Su hada, creo yo, se llamaba Atlantia, vivía en un árbol y como es costumbre, desde su nacimiento se conectó a él. Por eso cuando Juan murió, Atlantia y su árbol murieron también. Pero esa es otra historia.

Juan el mago aprendió primero a hacer sortilegios y luego encantamientos. Nunca le gustaron estos últimos y la verdad, nunca los usó. Su primer hechizo lo usó para sí mismo: logró ver más allá de lo que veían los demás.

Al salir de la escuela de magia junto a Atlantia, que tratando de seguir los hechizos de Juan pasó tres días con hipo, Juan puso un pie fuera y 725 mariposas entraron por su boca y se quedaron en su estómago (de ahí “las mariposas en el estómago”). Pasó días y muchas noches caminando, pensando, ya no preocupado, creciendo. Sus noches fueron para los amigos, sus días fuero para él.

Juan un día quiso jugar con su corazón, lo sacó, tenía pegada una mariposa azul. Era un corazón rojo, sano, latía tan rápido que no podía contar sus movimientos. Sus amigos querían ese corazón y entonces él lo partió y lo repartió. Lo que quedó se lo comió.

Juan un día quiso dormir más temprano, estaba cansado, necesitaba completo su corazón. Los amigos herederos de su corazón, juntaron los pedacitos que les había regalado y así Juan despertó, respiró y se quedó unos siglos más caminando por este y otros lugares. No se confundan por favor, esta es la historia original. La Bella Durmiente, la manzana encantada y el beso del príncipe son otra adaptación de la historia de Juan.

Anoche tuve un sueño, Juan me lo contó y yo acabo de escribirlo para ustedes.