
(Historia de la vida real, medio personal)
Empezó un día par, terminado en ocho, de un mes también par, de un sólo dígito, por fortuna los número eran de todo mi agrado y confianza.
Desperté a una hora impar, porque dormir horas impares hace que el sueño se sienta mejor aprovechado.
Me vestí con un número impar de prendas, de colores rosado y verde, también colores impares.
Desayuné un jugo que vencía un día impar, en un mes impar; pero en un año par, no podia confiar en ésa fecha de vencimiento así que lo dejé olvidado en el escritorio.
Tomé un número impar de tazas de té sin ázúcar, qué pasaría si el me fumara el té?
Almorcé a una hora impar, con otro número impar de personas, sólo yo.
Traté de pensar entonces en la canción del jardín de pares e impares y salté al tema de las formas...
Siempre he logrado descubrir las formas exactas y he logrado también diferenciar los pares de los impares; hoy no, no he podido, no encuentro formas, no hago parejas de los impares y pares, sólo me puedo encontrar a mí, conmigo.